sábado, 7 de octubre de 2017

Los borrachos no heredaran el Reino de Dios



El Reino de Dios es el mundo como lo quiere Dios, un mundo donde se vive la voluntad de Dios, sintetizada en que debemos amar a Dios con todo nuestro corazón, nuestra mente, nuestra alma y nuestras fuerzas, y al prójimo como a nosotros mismos (Cfr. Mc 12, 29).Pues bien, nuestra participación en el Reino de Dios, aunque tiene su realización plena en la eternidad junto a Dios, la vivimos desde ahora, en nuestra vida cotidiana.


Teniendo presente todo esto, retomemos lo que dice san Pablo en su carta a los Gálatas, resaltando el problema de emborracharse: 19 Las acciones que proceden de los bajos instintos son manifiestas: fornicación, indecencia, libertinaje, 20 idolatría, superstición, enemistades, peleas, envidia, cólera, ambición, discordias, sectarismos, 21 celos, borracheras, comilonas y cosas semejantes. Les prevengo, como ya los previne, que quienes hacen esas cosas no heredarán el Reino de Dios (Gál 5, 19-21).


En la carta a los Gálatas, san Pablo considera que la persona humana es como un campo de batalla, donde dos fuerzas opuestas libran un combate: las fuerzas del instinto (san Pablo dice, literalmente, “las obras de la carne”) y la fuerza del Espíritu con su fruto, el amor, y todo lo que éste trae consigo: alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, modestia, dominio de sí mismo (cfr. Gál 5, 22-24). Para san Pablo (y lo experimentamos en la vida cotidiana), el instinto mata la libertad y conduce a la esclavitud; por eso nos invita a dejar una serie de vicios que nos alejan del proyecto salvífico de Dios, de su Reino.


Pues bien, en Gál 5, 19-21 san Pablo presenta una lista de vicios, que podemos dividir en dos categorías:  a) los vicios que pisotean y destruyen la libertad del otro, de nuestro prójimo, haciendo imposible la convivencia humana: violencia, envidias, divisiones, ambición, etc.
b) las pasiones que encadenan a la persona a la tiranía del sexo y a los excesos del alcohol y la comida: fornicación, desenfrenos, borracheras y comilonas.



Por eso en Gál 6, 8, san Pablo afirma lo siguiente: 8 Quien siembra para los bajos instintos, de ellos cosechará corrupción; quien siembra para el Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna (Gál 6, 8).
La experiencia de las borracheras, algo frecuente en nuestro pueblo, es causa de esclavitud para quien se emborracha y motivo de innumerables sufrimientos para sus seres queridos.




Debido al abuso de bebidas embriagantes, el ser humano, llamado a construir paraísos y a alegrar la vida de los demás, construye infiernos, donde sufre más la propia familia: violencia física y verbal, pobreza, hambre y tantas cosas más, que favorecen que haya relaciones conflictivas y destructivas que dañan seriamente a la esposa y a los hijos, además de la autodestrucción que la embriaguez constante trae consigo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario