sábado, 7 de octubre de 2017

Dios y la creación del mundo y del hombre



Al principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra era entonces confusión, oscuridad y desorden. Y dijo Dios: “Hágase la luz” y hubo luz, así la separó de la oscuridad y llamó a la luz día y a la oscuridad noche. Este fue el primer día de la creación, el segundo día hizo el firmamento del cielo y lo separó de las aguas, el tercer día Dios juntó las aguas para que apareciera también lo seco, y a la reunión de las aguas llamó mares y a lo seco llamó tierra. Después hizo brotar sobre la tierra la hierba verde, las plantas y todos los árboles con sus frutos y semillas. Y vio Dios que eso era bueno.


El cuarto día creó el sol para que alumbrase el día, y la luna y las estrellas para que destacaran por la noche. También los creó para que nos señalasen la duración de los días y poder así medir los años y el tiempo, el quinto día creó Dios las aves que vuelan por el cielo, al igual que los peces y las criaturas marinas. Y vio Dios que eso era bueno y los bendijo para que se multiplicasen por el cielo y por el mar, el sexto día creó a todos los animales de la tierra, y tras ello dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; y domine sobre todos los animales de la tierra, del cielo y del mar”. Y creó Dios al hombre, y con él a la mujer. Ambos fueron creados a imagen y semejanza de Dios; y les dijo: “Creced y multiplicaos y llenad la tierra y sometedla, y dominad sobre todos los animales” Al terminar ese día vio Dios que todo lo que había hecho era muy bueno.


Así pues, acabados el cielo, la tierra y todo cuanto dejó en ellos, dio por finalizada su obra creadora y el día séptimo descansó. Dios bendijo el día séptimo y lo santificó. Por eso nosotros también descansamos cada siete días y procuramos santificar ese día, que es el domingo, yendo a Misa y dedicándoselo a Dios.. En el centro de este jardín llamado Paraíso Terrenal plantó Dios un árbol muy especial: El árbol de la ciencia del bien y del mal, y luego dijo al hombre: “Puedes comer lo que te apetezca de cualquier árbol del jardín, pero nunca del árbol de la ciencia del bien y del mal, porque el día que comas de ese árbol morirás sin remedio”


Para crear al hombre, Dios tomó polvo de la tierra y le insufló el aliento de vida, de modo que el hombre vino a ser alma viviente. Dios sembró un jardín maravilloso lleno de árboles de hermoso aspecto y de frutos buenos para comer, y de ríos que lo regaban y fecundaban. Allí puso al hombre para que lo trabajase y cuidase. Fíjate cómo Dios confía la tierra al hombre para que participe en su obra creadora mediante el trabajo que transforma la tierra y obtiene sus frutos para bien del hombre. Así, el trabajo realizado como Dios quiere, se convierte para nosotros en camino de santidad.


Luego Dios pensó: “No es bueno que el hombre esté solo, le haré una ayuda que sea semejante a él” Pasaron a desfilar delante del hombre todos los animales para que el hombre pusiera nombre a cada uno de ellos. Y así lo hizo, pero no encontró ninguno semejante a él mismo. Entonces Dios hizo caer al hombre en un profundo sueño, le quitó una de las costillas y luego cerró con carne el lugar donde estaba. De la costilla del hombre formó Dios una mujer y la condujo ante el hombre. Y dijo el hombre al verla: “Esta vez sí es hueso de mis huesos y carne de mi carne; se llamará varona –vaya nombrecito– porque del varón ha sido tomada”. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y vendrán a ser una sola carne. Estaban desnudos pero no les daba vergüenza porque no conocían el mal.


Pero Satanás, tomando forma de serpiente, que era el más astuto de los animales, dijo a la mujer: “¿Cómo es que Dios os ha mandado que no comáis de ningún árbol del jardín?” –Con esta treta la quiere engañar porque eso no es lo que Dios había dicho–. La mujer respondió: “Podemos comer de todos los árboles del jardín menos del que está en el medio, pues Dios nos ha dicho que si comemos de él moriremos” Pero la serpiente replicó a la mujer: “De ninguna manera moriréis; pues bien sabe Dios que el día que comáis de él se os abrirán los ojos y seréis como Dios, conocedores del bien y del mal”.



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